google116ed0c84369dad8.html ENCUENTRO CON DIOS: EL GRITO SILENCIOSO: LA VOZ MÀS PODEROSA DEL ABORTO

jueves, 14 de enero de 2010

EL GRITO SILENCIOSO: LA VOZ MÀS PODEROSA DEL ABORTO

Cuando una persona se presenta a sí misma delante de un foro de 1.000 oyentes diciendo con gran serenidad: "Soy responsable de 75.000 muertes, tienen delante de ustedes a un genocida", te invita a pensar muchas cosas. Esto sucedía en el VII Congreso Internacional "Camino a Roma", promovido por Miles Jesu, que reunió en Ávila a personas que se han convertido al catolicismo provenientes de todo el mundo.

El doctor Bernard Nathanson participó en el congreso de conversos "Camino a Roma" celebrado en Ávila (España) del 8 al 10 de noviembre de 2002. Dio un testimonio impresionante en el que se presentó como "asesino de masas" y "responsable de la muerte de 75.000 niños inocentes".
Ahora consagra sus energías a la defensa de la vida humana.

Explicó que dirigía la "mayor clínica abortista de Occidente, en Nueva York. Tenía 35 médicos a mi cargo, con 85 enfermeras. Hacíamos 120 abortos cada día en 10 quirófanos... Durante los 10 años en que fui director, realizamos 60.000 abortos. Además, supervisé 10.000 y personalmente realicé 5.000. Tengo 75.000 muertes inocentes en mi haber".

Conocido como el "rey del aborto", "tenía barcos, avionetas, fincas, mujeres... pero era todo en base a una gran mentira, la mentira de que la persona en el vientre materno no vale nada", reconoció.

Hijo de un prestigioso médico judío especializado en ginecología, "me crié judío, 3 veces a la semana iba a la escuela judía. Mi padre, educado como judío pero alejado de la fe, me preguntaba por lo que yo aprendía, se reía de mí y ridiculizaba lo que me enseñaban... A los 13 años, tras la ceremonia de entrada en la vida adulta judía, dejé de acudir a la sinagoga. Era un judío ateo".

Así describió el primer eslabón de una cadena interminable: "Tuve mi primera experiencia con el aborto en la universidad. Mi novia se quedó embarazada, y nos parecía imposible casarnos. Mi padre me dio dinero para pagar el aborto, ilegal, que se complicó. Ella estuvo a punto de morir. Yo la cuidaba, y me llenaba de indgnación social contra el aborto ilegal".

"Años después continuó otra novia mía se quedó embarazada. Ella no quería abortar pero yo la persuadí. Quería el mejor abortista, y ése era yo: lo hice y así ejecuté a mi propio hijo, fríamente, sin sentimiento, otro procedimiento quirúrgico más para mí".

El Dr. Bernard Nathanson fue cofundador de la Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto: "Tuvimos éxito: en dos años conseguimos destruir la ley de Nueva York que penalizaba el aborto desde 1829. Pero el aborto legal no bastaba: debía ser barato, seguro y humanitario... En esa época no sabíamos nada del feto, no teníamos forma de medirlo, ni verlo, ni confirmar su humanidad. Nuestro interés se centraba en la mujer, no en el bebé, pero cuando dejé la clínica y fui director de obstetricia en el Saint Luke Hospital de Nueva York, algo cambió... Allí empezábamos a tener la tecnología con la que hoy contamos. Por primera vez pudimos estudiar al ser humano en el vientre y descubrimos que no era distinto de nosotros: comía, dormía, bebía líquidos, soñaba, se chupaba el dedo, igual que un niño recién nacido. La verdad era que esto era un ser humano con dignidad, dada por Dios, que no debía ser destruido o dañado".

El médico se convirtió a la defensa de la vida después de estudiar al feto durante 3 ó 4 años:

"Cuestioné el aborto con conferencias e hice dos películas. En una se veía un aborto real, un niño de 12 semanas aspirado hasta la muerte. Se veía cómo le succionaban brazos y piernas, se rompía el tórax, etc. Era muy fuerte... Los pro aborto dijeron que era un montaje. Les he animado siempre a que, si piensan así, hagan ellos su propia película de un aborto real, con sus propias imágenes. Nunca lo han hecho, porque saben muy bien lo que se vería".

Pero a la transformación de Nathanson faltaba todavía algo importante, según él mismo relata:

"A principios de los ochenta yo tenía dinero, propiedades, bodegas, tres matrimonios fracasados, un hijo trastornado y 75.000 víctimas... Negaba que hubiese otra vida, pero sabía que la había. Deprimido, pensaba en el suicidio. Conocí entonces a un sacerdote pro vida y empezó un diálogo de siete años. Él fue mi guía, mi Virgilio en el infierno... Me convencí de la verdad, de que la gran mentira ya no dominaba mi vida. Ahora mi trabajo pro vida salía del corazón y del alma, no sólo del cerebro".

"A menudo se plantea el tema del aborto como libertad de elección de la mujer.
Pero una persona no puede elegir quitar la vida a otra. No es posible hablar del derecho a elegir, porque se trata del mandamiento, " ¡ No matarás !".

Texto de A. M. (Revista Ave María, nº 683, Febrero de 2003)

EL GRITO SILENCIOSO

Extracto del testimonio del aborto realizado por el ginecoobstetra Bernard Nathanson , que después de ser el autor de 75000 abortos cometidos, debió su cambio total y radical, al hecho de que ahora la medicina cuenta con recursos sofisticados con los que se ha logrado penetrar hasta el mundo del no nato y entender, a ciencia cierta, QUE EL FETO ES UN SER HUMANO COMPLETO, CUYO CORAZÒN LATE, POSEEDOR DE ONDAS CEREBRALES COMO LAS QUE CUALQUIER INDIVIDUO PENSANTE, CAPAZ DE SENTIR DOLOR FÌSICO Y REACCIONAR CON EMOCIONES DE TRISTEZA, ALEGRIA, ANGUSTIA O IRA.

“Comenzaron a verse escenas asombrosamente realistas filmadas en el interior del útero de una mujer, usando micro cámara de video. Destacaban con increíble nitidez la fisonomía del pequeño, sus pies, sus ojos, su boca, u posición encorvada, su piel suave y delicada. Las imágenes no dejaban duda alguna que entre ese “producto” y un ser humano completo, con garantías individuales y protegido por las leyes, no había ninguna disimilitud dramática, excepto el tamaño.

El feto flotaba en su ambiente acuoso, jugueteando con el cordón umbilical, luego se llevó un pulgar a la boca. Succionando su dedo, tragó un poco de líquido amniótico. Le sobrevino un ataque de hipo. Sintió la mano de su madre que sobaba el vientre. Pateó la mano.

Percibió la risa de su mamá como un rumor sordo. Notó como ella le devolvía el golpecito y volvió a patear. Al poco rato perdió interés en el juego y se quedó dormido.

El doctor Nathanson mencionó que en la actualidad puede considerarse al nonato como un paciente más, y que la ética elemental dicta al médico preservar la vida de sus pacientes.

-Ahora veremos por primera vez – dijo -, a través de modernos aparatos, lo que hace el aborto a nuestro pequeño paciente. Presenciaremos lo que ocurre dentro de la madre, desde el punto de vista de la víctima.

La operación comenzó.
Alternativamente se veían las imágenes de cuanto realizaban los médicos fuera y lo que pasaba adentro.
El abortista colocó el espéculo en la vagina de la mujer para abrirla y visualizar el cuello uterino. Insertó el tenáculo y lo fijó. Midió con una sonda la profundidad del útero y aplicó dilatadores hasta que el camino estuvo listo para introducir el tubo succionador. Mientras, en la pantalla se veía al feto moverse normalmente, serenamente; su corazón latía a 140 por minuto; estaba dormido, chupándose el pulgar de la mano izquierda. Repentinamente, despertó con una simultánea descarga de adrenalina. Había percibido algo extraño.

Se quedó quieto, como si agudizara sus sentidos para entender lo que estaba sucediendo afuera.
El aparato ultrasónico captó la imagen de la manguera succionadora abriéndose paso a través del cuello con movimientos oscilantes, hasta que se detuvo tocando la bolsa amniótica. Entonces la enorme presión negativa (55 milímetros de mercurio) rompió la membrana de las aguas y el líquido, donde flotaba el niño, comenzó a salir. En ese preciso instante, el pequeño rompió a llorar. Pero su llanto desesperado y profuso no pudo oírse en el exterior. Inició giros rápidos tratando de huir desea cosa extraña que amenazaba con destruirlo. Su ritmo cardiaco sobrepasó los 200 latidos; siguió llorando, su boca se movía dramáticamente y hubo un momento en el que quedó totalmente abierta. Los aparatos detectaron un grito que nadie pudo escuchar. Los violentos movimientos del bebé provocaban que se saliera constantemente de foco. Pudo observarse a la perfección la forma en que trataba de escapar, convulsionándose para evitar el contacto con el tubo letal, pero su espacio era reducido y el agresor llevaba toda la ventaja.

Finalmente, la punta de succión se adhirió a una de sus piernitas y ésta se desprendió de un tajo. Mutilado, siguió moviéndose cada vez con menor rapidez en un medio antes líquido y ahora seco. La punta del aspirador trató de alcanzarlo otra vez; los médicos la introducían buscando a ciegas; les daba lo mismo arrancar otra pierna, un brazo o parte del tronco; para esa parte del proceso no existe ningún procedimiento técnico. El niño seguía llorando en una agonía impresionante. El tuvo volvió a alcanzarlo, esta vez enganchándose en un bracito que también fue desprendido. Negándose a morir, el cuerpecito desgarrado siguió sacudiéndose. La manguera jaló el tronco tratando de arrancarlo de la cabeza. Al fin lo logró. El desmembramiento fue total.

Entre el abortista y el anestesista se utilizaba un lenguaje en clave para ocultar la triste realidad de lo que estaba sucediendo.

-¿Ya salió el número uno? – preguntó el anestesista refiriéndose a la cabeza.

Ésta era demasiado grande para ser succionada por la manguera, de modo que el abortista introdujo los llamados fórceps de pólipo en la madre. Sujetó el cráneo del pequeño y lo aplastó usando las poderosas pinzas. La cabeza y el encéfalo, explotaron como una nuez. Los restos fueron extraídos minuciosamente. El Recipiente del succionador terminó de llenarse de los últimos fragmentos de sangre, hueso, y tejido humano del bebé recién abortado.

La embarazada que había permitido la filmación era una activista de los derechos de la mujer. Cuando vio la grabación quedó tan impresionada y triste que se retiró de su grupo para siempre. El médico que practicó la operación era un joven que, a su edad, había realizado más de 2000 abortos. Cuando pudo observar con los modernos aparatos lo que sucedía realmente en el interior de la madre, se retiró de su actividad con un gran remordimiento.

Extracto del libro, Juventud en éxtasis, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, “El Aborto”
Presentado por: Dr. Bernard N. Nathanson
Sacado con permiso de Copyright. 1984



4 comentarios:

  1. Para mi la persona que se realiza un aborto es una persona sin escrupulos, que no sabe que lo que esta cometiendo es un asesinato contra alguien que aun que no haya nacido tambien es hijo de DIOS. Te realizo una cordial invitación a que veas mi blog que es puedesevitarlo.blogspot.com

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  2. Si bien es cierro el aborto es el más REPUGNANTE CRIMEN, no puedo entender porqué la iglesia católica se rasgas las vestiduras si ha sido la mayor asesina de niños NACIDOS destruyéndolos PARA SIEMPRE con los abusos sexuales de los curas PEDOFILOS, lo cual es un crimen quizás más grave porque esos niños abusados son los potenciales delincuentes del futuro. NI ABORTO NI CELIBATO! HIPOCRITAS!! como los llamó JESUCRISTO!!

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  3. LA VIDA ES TAN MISERABLE NO SABES POR ES ASI BASTA NO MAS AL ABORTO ATT:; UN SER QUE SE AFERRO A LA VIDA PERO NADA SIRVIO ♥♥♥

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  4. NATALIA (Còrdoba)26 de agosto de 2011, 14:33

    La verdad, estoy en contra del aborto, y siempre lo ví como el acto de egoísmo y crueldad más grande de todos, pero sinceramente éste relato me conmovió hasta las lágrimas, no sabía exactamente cómo era el procedimiento por lo que nunca lo imaginé con tanta tristeza y dolor..... creo de verdad que esos videos deberían hacerse públicos para que la gente vea
    y sienta la magnitud del daño que hacen cuando desprecian de esa manera la vida de quienes supuestamente son lo más preciado en el mundo, los hijos...

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